jueves, 1 de octubre de 2015

Pre-depresión contextual (2 - Nada)

Nada

- ¿Y tú... eras amigo de Rodrigo?- preguntó el oficial, revisando el informe que sostenía.
-Si...
-¿Sí?, vamos chico, cuéntanos más!- le replicó a la vez que le dedicaba una firme mirada al chico, quien mantenía un evidente rostro de culpa: miraba al suelo fijo, reprimiendo hasta el más sutil pestañeo, casi temblando... casi.
- Él... esto, vera... me pidió que lo fuera a visitar, pero... pero yo...- calló de rodillas, y una tormenta aterrizó en su pálido rostro.

Rodrigo estaba fuera de la casa de una señora, a quien desconocía y a quien de forma involuntaria, siguió hasta su destino. Cuando se dio cuenta de esto, avergonzado apuró el paso y dobló en la esquina siguiente. Rebecca, al fin bajó la guardia y sonrió, pensó en lo lindo que sería tener una mascota y divagó durante rato en ese joven con ojos grandes y desordenado cabello oscuro, no se detuvo en mayores detalles, pues el teléfono alarmó su calma.

-Hola?, Rebecca escúchame por favor- demandaba una voz algo monótona.
-¿Por favor?, basta con esto por favor, de verdad...- Rebecca algo entristecida, colgó el teléfono, el cual segundos después volvió a sonar, por lo que decidió desconectarlo.

Rodrigo caminó hasta su casa, llevando entre sus brazos a su inquieto perrito, pensando aquella dama de pantalones negros apretados, se sintió excitado y al entrar en su habitación, cerró la puerta y...
Luego de eso, se limpió y se encerró en el baño, frente al espejo:

-¿Que haces?- dijo mientras se sacaba la polera.
-¿No te das cuenta?, eres patético, que pena me das.
- Calla!- replicó de forma violenta, mientras se apretaba la cara con fuerza y varias lágrimas rodaban por sus mejillas, algunos ladridos interrumpieron esta escena y el sonido de una puerta abrirse le dieron fin. Rápidamente se lavó la cara y volvió a vestirse, saludó a su madre y ella no le prestó mayor atención, le preguntó por su día y ella no le prestó mayor atención. Se acercó a ella, quien estaba en el living revisando una agenda algo deteriorada y se quedó así un rato, mirándola.

-¿Qué te pasa?, ¿no tienes obligaciones que cumplir?- le increpó su madre, mientras cerraba su agenda.
-Solo quería saber como estabas...
- Bien.
-Me alegro, supongo que iré a mi pieza...- y dicho esto, partió hacia su habitación, encendió su computador portátil, y se quedó un largo rato frente a este, sin reaccionar.

Cogió un plumón de su mochila y miro su pizarra, que de título llevaba: "Cosas por hacer", y que bajo este tenía escrito una lista de actividades que Rodrigo anhelaba realizar. Destapó el plumón y escribió todo en letra mayúsculas " N A D A", cabizbajo apagó su computador y la luz, cerró la ventana y se recostó sobre su cama. Abrazó su almohada y pensó nuevamente en aquella mujer, pero no se sintió excitado como antes, se sintió profundamente vacío y triste.
 Era un soleado primero de febrero a eso de las 6 de la tarde.